Cardinal Acupuntura

LA NATURALEZA DEL SERVICIO // UNA PROPUESTA DE ACOMPAÑAMIENTO con TERAPIA EMOCIONAL

Alejandro / /
Terapia Emocional

En los últimos años de trabajo ha ido creciendo de forma inconsciente una potencia natural relacionada con las emociones. El contacto constante con personas, me ha hecho reflexionar acerca del verdadero significado de muchas de las consignas que una y otra vez se repiten en los clásicos de medicina donde se habla de la importancia del reconocimiento y manejo de esa parte tan misteriosa del ser humano. En ellos se describe de formas diversas, modos de habitar la realidad que existen más allá de las emociones. Un estado del espíritu capacitado para ser atravesado por las diferentes escalas en las que vibra nuestro alrededor, sin que esto suponga una alteración perjudicial en su esencia como ser vivo. Llama mi atención cómo la realidad contemporánea va llegando a este precepto de manera intuitiva y más o menos precipitada. A simple vista, las emociones parecen una balada genial, una obra musical maestra, que nos hace sentir vivas a partir de una relación que nos interpela. 

Una buena pregunta sería, de dónde sale esta vibración? Una respuesta posible sería. – Del exterior; yo vibro a consecuencia de lo que sucede en el exterior. Sin embargo, en esta afirmación hay lo que a mi me gusta llamar un “truco de sombrero” y que en la dialéctica nombro cuando se establece una relación entre dos conceptos saltándose uno por en medio generando una verdad a medias. 

Existe un tercer factor fundamental que hemos obviado en esta relación y que genera un estado de desequilibrio. Este elemento, es el agua o la memoria. Ambas dos nos hacen receptivas al exterior, a la vibración amplia y profunda que se genera con la vida. Sin ellas, parte de la población podemos llegar a convertirnos en ecosistemas totalmente deshumanizados y con capacidad muy limitada de sentir y generar vida. Las experiencias de un entorno desértico tienden a los extremos y no son del todo agradables porque generan en nosotras la sensación de ir de un polo a otro dando bandazos sin control. 

Hoy en día vivimos en una época en la que la sobrecarga de las estructuras sociales y el tipo de comercio a nuestro alrededor han creado el caldo de cultivo para el “todo incluido”. Estas estrategias tienen miles de formas diferentes que se adaptan a las preferencias de cada una de nosotras pero la finalidad siempre es la misma, hacer que las usuarias vibren por un tiempo determinado más cerca de un estado de bienestar que las haga sentirse plenas. En apariencia esto no debería de ser problemático, sin embargo, muchas de estas experiencias generan un estado de euforia basado en algo totalmente ajeno a nosotras, provocando un aumento de la confusión.

«El silencio es un estado previo a cualquier acontecimiento vital. Desgarrado por la pureza de una energía cultivada en la honestidad; uno se siente dolorido pero libre al fin…»

Una de las cosas más complejas que trato de explicar a la gente que acompaño es que los resultados que esperan nunca van a llegar por el camino al que apuntan. Esta afirmación aparentemente rotunda nos ayudará si entendemos el simbolismo del camino, el destino, las bifurcaciones, las tentaciones y la figura del diablo. 

  • El camino podría ser nombrado como nuestra trayectoria personal e intransferible, así que es mejor aceptarla porque está hecho a nuestra medida y para poder lograr un fin particular.
  • El destino es aquello que vamos encontrando a lo largo del camino, es una mezcla entre nosotras y el recorrido y, desde mi punto de vista no se puede cambiar, aunque si tratar de evitar.
  • Las bifurcaciones son las distintas alternativas que existen en nuestro recorrido y que van a hacer que nuestra experiencia sea más liviana o más pesada.
  • El diablo es un reflejo que se crea en el camino a través de nuestra propia imagen y el propio camino. Tiene una función muy específica y es probar nuestro compromiso y cuestionar nuestro aprendizaje.

Se dan momentos en nuestro trayecto en los que sentimos una gran incomodidad. Resulta muy probable que esto esté relacionado con que estamos atravesando un portal que hace que la realidad presente se conecte con lo que hemos tratado de olvidar del pasado.

En la tradición alquímica se dice que el sol se corresponde con el corazón y este ilumina el camino. Por esta razón, la mirada del ser humano tiene una limitación de 180º y como observadores no podemos, por ejemplo, ver la cara oscura de la luna; o lo que es lo mismo darnos cuenta de aquello que queda fuera de nuestro patrón perceptivo. Por eso, en el momento que sentimos una vibración profunda de cierta incomodidad la tendencia natural es la de acelerar el paso para tratar de llegar al destino.

Apaciguar las aguas es un trabajo profundo y en ocasiones complejo, pero a través de un trabajo bien guiado, se trata de un bellísimo baile que nos permite investigar aspectos olvidados y desmitificar grandes ideas que nos provocan insatisfacción y mucho sufrimiento.

Algo que rara vez nos cuentan es que mediante este tipo de procesos todas y cada una de nosotras tenemos la oportunidad de integrar profundamente el significado de estar al servicio de parte o la totalidad de la humanidad y esto es sin posibilidad alguna de debate, la puerta de acceso a la calma y el bienestar. 

Todas hemos  llegado en un momento y unas circunstancias muy precisas para generar un cambio en las tendencias del linaje familiar que nos ha acogido o rechazado. Nuestro cuerpo guarda la memoria de aquello vivido, que no es otra cosa que una réplica más o menos precisa de aquello que, generación tras generación, todos los hombres y mujeres de ese lugar han vivido con anterioridad. Sólo esto es responsabilidad suficiente como para salir corriendo y gritar a los cuatro vientos que nuestra familia nos constriñe o nos ahoga. Sea como sea no importa, porque las emociones quedan grabadas a fuego en el agua. Así que queramos o no, somos responsables de nuestra cura y evolución. Y también de la de nuestro pasado. 

«El trabajo con el alma es un encuentro sutil y paradójicamente demoledor. De una intimidad y belleza tan elevada que socava las falsas estructuras de nuestro ego«

Todas y cada una de nosotras tenemos la oportunidad de comprender profundamente qué significa vibrar por la humanidad a través de una estrategia personal, mediante la revisión de aquello que nos inquieta, que nos da miedo, que nos pone tristes, que nos frustra; incluso, de lo que nos lleva a la alegría exaltada. 

El trabajo con las emociones nos permite llegar a esa quietud profunda que difícilmente vamos a lograr a través del exterior. Porque apaciguar y limpiar las aguas desde la profundidad no significa estar exento de sensibilidad, sino al contrario. Se trata de que nuestro contenedor ( el cuerpo ) esté limpio y libre. Preparado para recibir de manera lo más armónica posible y que la música del mundo nos jale por los pies y nos haga llegar hasta el cielo. Dejando con todo ello un bellísimo rastro de información que, al abrir los ojos de vuelta la realidad, nuestra única opción sea una sonrisa.

La primera lección que tenemos que aprender es que absolutamente todo en cualquiera de las vidas, tiene un precio. El precio del oro es el plomo, el del sol del verano es el invierno, el de hablar con San Pedro es visitar a Ades y el de esa sonrisa desinteresada que se origina a partir de un profundo amor, es reconocer que, como cualquiera de nuestros iguales, somos pacientes y de un modo u otro, miserables. Trabajar con las emociones es un acto de humildad que nos exige reconocer que no hay atajos, que las apariencias engañan y que como me dijo una amiga: “no tienes nada que temer porque eres hijo de Dios y estás sólo en esto”.

Iniciar un proceso de trabajo emocional es a la vez un acto de rendición y de valor, porque requiere hacerse cargo de la salud de sí mismo, de la de nuestros antepasados más directos y de la convergencia espiritual del mundo . Es por eso que deberíamos dejar de lado la idea de que la “guerra” se lleva a cabo fuera. 

Estas palabras me hacen recordar la voz de una mujer que me brindó su ayuda. Hablando del femenino decía:  – “mis propuestas no van dirigidas a los hombres porque trabajo con mujeres. No por una decisión propia, sino porque no he podido conocerles”. Como hombre, siento que tampoco les conozco y debido a mi trabajo me pregunto si el hombre huye de este camino que aquí estamos nombrando o sencillamente ha encontrado otras vías más externas de lidiar con la energía de la cara oculta del ser humano. 

En cualquier caso, para todos aquellos que puedan leer esto, se trata de una invitación a reconocernos mutuamente.

«Es urgente que el humano reconozca su falta de humildad en favor de la aceptación de su destino. Un camino donde el mal es un eco de la voluntad del hombre confundido por el miedo»

Mi deseo de anunciar hoy un trabajo que viene dándose hace años se debe a la comprensión más o menos profunda de algunos aspectos de mi ser. Gracias al acompañamiento a personas mediante la acupuntura y al estudio de la astrología para la mejor comprensión de los procesos patológicos del cuerpo, veo la necesidad de abrir este espacio para que mi espíritu pueda madurar acercándose a uno de los misterios que esconde el paisaje que habito.

Siento la llamada de ponerme al servicio de las necesidades que inquietan a otras personas y poder vibrar en comunión de modo que sus propios «paisajes» se vayan apropiando de nuevas estrategias de coexistencia. Nuevas formas de estar, basadas en el hecho de ser plenamente cada una de vosotras y no en la supervivencia. Me rindo así a la misión de llevar a cabo procesos de escucha y comprensión profunda de todo aquello que lleva años manifestándose en vosotras con el único fin de dar pistas acerca del recorrido que lleva a ese lugar sagrado; el ser sinceramente, uno mismo.

Me propongo al ampliar el tiempo que dedico a escuchar cada una de vuestras historias, volcar mi espíritu y disponer mi cuerpo a ser habitado por una realidad ajena; la vuestra, con el fin de que puedan ser desveladas y comprendidas por vosotras las estrategias fatales que nos llevan a evadir la responsabilidad de nuestro más profundo poder. Caminar libres y alineadas a través de lo que nos ha tocado resolver.

Agradezco a todas las personas que durante estos años han abierto su corazón, dándome la oportunidad de comprender cómo la naturaleza se pone de manifiesto, una y otra vez a través de nosotras. A todas las que por la consulta habéis pasado y a todas y cada una las cuales seguimos trabajando, os dedico parte de mi alegría y plenitud por haberme dado la oportunidad de acercarme poco a poco a la esencia de mi camino. A todas aquellas que estais aun por llegar, proyecto mucho valor en este proceso.

A todo el mundo, en general, mis bendiciones.